Erase una vez una joven llamada María que quería ser directora de orquesta. Tocaba muy bien el violín y practicaba muchas horas al día desarrollando así su talento e inteligencia emocional para interpretar sus partituras. Cuanto más practicaba, más pasión sentía por la música. En esta etapa de práctica individual, María estaba a solas con su violín y sus partituras.
Posteriormente María se unió a una orquesta musical y participaba en todos los conciertos. Allí se encontraba con sus compañeros de orquesta. María tomó consciencia que ya no estaba sola con su violín sino que su pasión por la música estaba compartida con sus compañeros que tocaban también sus instrumentos y que formaba parte de un grupo y que debía escuchar a los demás para que la música sonara de forma armónica, desarrollando así una inteligencia social.
Hace un año, María consiguió su sueño de ser nombrada directora de la orquesta, de pronto tenía bajo su batuta a un grupo de músicos que tocaban varios instrumentos. La misión de María no se centraba en tocar bien su instrumento en consonancia con sus compañeros sino que se había convertido en una líder cuya misión era que la sinfonía sonase de forma armónica y al unísono. Ahí se dio cuenta que el líder excelente y resonante es aquel que desarrolla además una inteligencia sistémica, escuchando y haciendo brillar a todos los miembros de la orquesta para conseguir una obra maestra.
¿Y tú, qué obra maestra has creado o te gustaría crear?